Daba igual que estación fuera, tras revisar el jardín, animar a las flores que se estaban quedando sin petalos y esparcir puñados de hojas secas para alimentar la tierra, Carola repasaba las tareas del día en el columpio del naranjo de la novena hectarea al sur. Sabía que ya llegaba cuando sorteaba la rama del limonero Merengüelo; entonces aminoraba el vuelo y empezaba a relamerse pensando en la merienda que llevaba en el bolsillo. No había nada mejor que acabar el día con la suave brisita que producía el movimiento, suspendida sobre el lago cristalino, que las luciérnagas empezaban a iluminar. Pendientes de Carola columpiándose en tus orejas en fimo barnizado: 12 euros.
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Pide por esa boquita